Autora: Carmen Rodríguez
Foto: SIMRA
La innovación social está por todas partes. Una búsqueda en Google arroja unos 1320 millones de resultados. En Google Scholar, supera los 3,700,000. Y si miramos en Google Trends, encontramos que el interés en el término ha crecido desde 2004.
En mi caso particular, la sensación de que “la innovación social está en todas partes” se ve probablemente acrecentada por el hecho de que los últimos tres años, gran parte de mi investigación ha girado en torno a este concepto. He sido la responsable del caso de estudio catalán dentro del proyecto europeo SIMRA, que busca avanzar en el conocimiento de la innovación social en zonas rurales en Europa. En este contexto, he tenido la oportunidad de debatir sobre la definición de innovación social con compañeros de muchas disciplinas diferentes, provenientes de áreas de conocimiento muy diversas. Sin embargo, pocas veces he tratado de explicar lo que es la innovación social fuera de estos círculos especializados, ni mucho menos he tratado de escribir un post sobre ello.
Es probable que todos aquellos lectores que ya estén familiarizados con el término no estén de acuerdo con la definición que explicaré a continuación. Y para quien crea que exagero, haré una breve referencia a un artículo publicado por investigadores del CSIC y la Universitat Politècnica de València titulado “Shaken, but not stirred: Sixty years of defining social innovation” (Edwards-Schachter and Wallace, 2017). En él, los autores presentan los resultados de una revisión bibliográfica sobre el término “innovación social”, y encontraron hasta 252 definiciones diferentes. A la vista de esta cifra, espero que le resulte más sencillo al lector entender por qué estoy tan segura de que casi cualquier explicación que pueda dar sobre qué es la innovación social podría ser fácilmente refutada.
A pesar de todo, creo también que merece la pena hacer el esfuerzo de explicar qué es esto de la innovación social, por varias razones. La primera y más importante, es porque tengo el firme convencimiento de que todas aquellas personas trabajando en el ámbito de la innovación social, a nivel político, académico o práctico, están realmente comprometidas con encontrar soluciones para los problemas sociales a los que nos enfrentamos. Cuáles deberían ser esas soluciones, o qué camino deberíamos de seguir para encontrarlas, es otra historia completamente diferente. De momento, mi objetivo es más humilde; quiero explicar qué es la innovación social, y por qué es importante.
Uno de los ejemplos más citados para mostrar la importancia de la innovación social es la “Oficina para la Innovación Social y la Participación Ciudadana” creada por la Administración Obama en 2009. El objetivo de esta oficina era mejorar la eficiencia y eficacia de los recursos destinados a avanzar en las prioridades esenciales como educación, salud o empleo, tanto en la esfera pública como en la privada. El enfoque que seguían estaba muy orientado a objetivos; “Find what Works” (encontrar lo que funciona) and “Fund what Works” (financiar lo que funciona), y dejar de financiar aquello que no consigue lo que se propone. Para ellos, la definición exacta de qué es y qué no es innovación social no es tan importante como el hecho de si la iniciativa en cuestión resuelve realmente un problema social o no. Si consigue sus objetivos y funciona, se le apoya. Si no lo hace, este apoyo se retira hasta encontrar una alternativa mejor.
En investigación, sin embargo, el enfoque no suele ser tan directo. Las discusiones sobre la definición de innovación social son aún muy relevantes a nivel teórico. Mientras que algunos sectores consideran que las innovaciones sociales no conllevan (ni deberían hacerlo) un beneficio económico, otros entienden que la innovación social es casi equivalente al emprendedurismo social. Dado que describir las diferentes corrientes de pensamiento llevaría demasiado tiempo, y dudo que ayudase a comprender mejor lo que significa innovación social, haré una de las cosas que he aprendido durante mi tiempo en el mundo de la investigación; explicaré lo que yo entiendo como innovación social, apoyándome en citas y referencias de otros investigadores.
SIMRA es un proyecto H2020 financiado por la UE, y formado por 24 socios, cuyo objetivo principal es avanzar en el conocimiento de la innovación social en áreas rurales. Para ello, una de las primeras cosas que tuvimos que hacer era ponernos de acuerdo en qué era para nosotros la innovación social. Nos llevó mucho trabajo y largas (pero interesantes!) discusiones hasta que logramos acordar una definición conjunta. Finalmente, el proyecto SIMRA decidió definir innovación social como “la reconfiguración de prácticas sociales, en respuesta a desafíos sociales, que busca mejorar el bienestar de la sociedad, y que necesariamente incluye la implicación de actores de la sociedad civil” (Polman et al., 2017).
Esta definición destaca el elemento diferencial que la innovación social tiene sobre la innovación “a secas”. Mientras que esta última puede estar limitada a la iniciativa tomada por una sola persona, una innovación social implica la interacción entre diferentes actores, y busca solucionar problemas que afectan a una comunidad, y no sólo al individuo. Por ejemplo, un pequeño negocio que se establece para vender productos agrícolas locales, no constituiría, en principio, una innovación social (a pesar de que podría producir efectos positivos en el territorio donde se establece). Sin embargo, si este negocio se establece en forma de cooperativa, conectando a colectivos que antes no se relacionaban entre ellos, entonces sí que lo consideraríamos una innovación social. Existen también otras diferencias importantes entre la innovación social y otros tipos de innovación, como la tecnológica. Una de las más importantes es que en la innovación social, el proceso (reconfiguración de las prácticas sociales, incluyendo la implicación de la sociedad civil) es tanto o más importante que el resultado final (mejora del bienestar social).
Es raro escuchar historias sobre innovaciones sociales “fallidas”. Aunque esto no debería sorprendernos: ¿Quién quiere presentar historias de fracasos? Además, es difícil imaginarse qué es lo que tiene que ocurrir para considerar a una innovación social una iniciativa “fallida”. ¿La consideramos un fracaso cuando no alcanza los objetivos que se marcó? Los procesos de innovación social casi nunca son lineares, y el aprendizaje colectivo y la construcción conjunta de soluciones son clave en el desarrollo de estos procesos. Por tanto, hemos de tener en cuenta que casi con total seguridad, aparecerán interacciones y bucles de retroalimentación que modificarán el curso de los acontecimientos; los actores implicados cambiarán, nuevos conocimientos serán adquiridos, que potencialmente pueden modificar los objetivos y/o la estrategia a seguir, que a su vez puede impactar sobre los actores que siguen o no relacionados con la iniciativa. Todo esto puede resultar en cambios sustanciales en el desarrollo de la innovación social. También puede ocurrir que el interés y/o motivación de los actores interesados desaparezca, y, por tanto, que la iniciativa desparezca también. Sin embargo, llamar a una innovación social un “fracaso”, aún en estas circunstancias, podría llevar a engaño, y menospreciar el impacto real que estas iniciativas tienen sobre el territorio. El propio proceso de implementación puede ser un catalizador de cambios a nivel sociopolítico, de mejora de la gobernanza y/o empoderamiento de la sociedad civil. Incluso una innovación social “fallida” puede resultar en un aumento en la participación ciudadana, en la protección de los derechos civiles, o una mayor conciencia en torno a un problema social en particular (Moulaert et al., 2013; Polman et al., 2017).
Esta doble visión de la innovación social reconoce todas esas iniciativas que, bien como consecuencia de un proceso de reconfiguración, bien como consecuencia de sus actividades, han empoderado a la gente y fortalecido el tejido social. Iniciativas que han traído mejoras sociopolíticas para sus comunidades, contribuyendo a aliviar la pobreza, o mejorar el aprovechamiento de nuestros limitados recursos naturales.
Si quieres saber más sobre estas iniciativas, el proyecto SIMRA ha desarrollado una base de datos en la que cualquier persona interesada puede consultar ejemplos de innovación social en zonas rurales en toda Europa y la cuenca mediterránea. Esta base de datos pone de relieve las múltiples formas en las que la innovación social se manifiesta en la práctica.
Además, si conoces alguna iniciativa que crees que pueda constituir una innovación social, te invitamos a completar este formulario, para que el equipo de SIMRA lo revise e incluya el ejemplo (si aplica)[1], a la base de datos.
[1] The SIMRA team will make sure the suggested initiative constitutes a social innovation under the SIMRA definition.
Last modified: 14 Febrero 2020