Foto: Mostreo de abejas y sírfidos en un paisaje homogéneo de cereal
Una investigación liderada por el Instituto Nacional de Investigación Agronómica de Francia (INRA) y el Centro Nacional para la Investigación Francés (CNRS por sus siglas en francés) ha demostrado por primera vez, y a una gran escala geográfica, que crear un paisaje agrícola, con parcelas pequeñas y diferentes tipos de cultivo, favorece la biodiversidad de plantas y animales. Esta puede ser pues una medida alternativa para hacer frente a la pérdida de espacios naturales o seminaturales entre los cultivos.
Los resultados acaban de publicarse en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS) y ha contado con la participación de Lluís Brotons, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y miembro de la unidad mixta Inforest (CTFC- CREAF); los investigadores David Giralt, Gerard Bota y Assu Gil Tena del CTFC; los investigadores de la UdL Jordi Recasens, Xavier O. Solé -Senan e Irene Robleño; de Jordi Bosch, investigador del CREAF; y de José Antonio Barrientos, catedrático de zoología de la UAB. También de las universidades de Alicante, Murcia y Rey Juan Carlos, así como de otros centros de investigación de Canadá, Alemania, Suiza, Hungría, Suecia y el Reino Unido.
Para potenciar la biodiversidad de animales y plantas, los autores proponen fomentar las políticas agrícolas que favorezcan disminuir el tamaño de las parcelas de cultivo y diversificar los cultivos en el paisaje. Un mosaico complejo favorece la biodiversidad, a la vez que se mantiene la superficie en producción y, además, permite recuperar paisajes productivos mucho más resilientes. Sin embargo, mantener dentro del paisaje zonas naturales y seminaturales complementa el efecto del mosaico complejo y también es una medida útil para promover la biodiversidad. “Por ejemplo, reducir el tamaño de las parcelas de 5 a 2,8 ha tiene el mismo beneficio que aumentar la proporción de hábitats seminaturales del 0.5 al 11%”, afirma Lluís Brotons (CSIC, CREAF, CTFC), uno de los coautores del estudio.
Por otra parte, el estudio demuestra que las decisiones que se toman a la hora de gestionar los campos, en las cooperativas y entre los agricultores del entorno inmediato, tienen una repercusión muy importante sobre la biodiversidad. “Una parte muy importante de la variación en los niveles de biodiversidad que se han observado durante el estudio tenían mucho que ver con la heterogeneidad a nivel más local”, puntualiza David Giralt (CTFC).
Para llegar a esta conclusión, el equipo de investigación internacional ha coordinado un estudio a gran escala con más de 30 laboratorios. Esta investigación se ha llevado a cabo con un enfoque empírico único que ha cubierto ocho regiones de Europa y Canadá. Lluís Brotons ha sido el coordinador del equipo responsable de una de estas zonas de estudio situada en los secanos de Lleida. Sumando las regiones implicadas, se ha realizado el seguimiento de 1305 parcelas cultivadas en 435 paisajes agrícolas de 1×1 km, y se han identificado más de 167.000 individuos de 2.795 especies pertenecientes a 7 grupos taxonómicos (aves, mariposas, abejas, sírfidos, arañas, cucarachas y plantas arvenses). Con toda esta información han calculado un índice sintético que agrupaba la información de estos siete grupos taxonómicos para estimar la biodiversidad agrícola de cada uno de los 435 paisajes estudiados.
Lleida, un mosaico agrícola de pequeñas parcelas, pero poco diversas
“Comparado con las zonas agrícolas de otras partes del mundo, los campos de cultivo en Cataluña son relativamente pequeños y la variedad de especies cultivadas relativamente baja. Si queremos favorecer la biodiversidad es muy importante evitar los grandes monocultivos y promover la coexistencia de diferentes cultivos en el paisaje “, comenta Jordi Bosch (CREAF).
Los paisajes catalanes que han contribuido al estudio, situados en los secanos de Lleida, son justamente los que respondían mejor a esta premisa: donde había campos más pequeños y variados es donde se observaba mayor biodiversidad. Por ello, según Gerard Bota (CTFC), “hay que tener presente que simplificar los paisajes agrícolas en esta zona de Cataluña tendría un impacto potencial mucho más negativo, ya que son zonas con una elevada biodiversidad singular y con un gran número de especies amenazadas. A modo de ejemplo, durante este estudio se han detectado especies de arañas nunca citadas antes en Cataluña “.
De hecho, este estudio pone en valor las parcelas pequeñas de cultivos. Su efecto positivo en la biodiversidad agrícola se mantiene, incluso, en ausencia de vegetación seminatural entre parcelas (como por ejemplo pequeñas áreas de matorral, márgenes anchos o hileras de árboles). “Tener un collage de cultivos variado también potencia la biodiversidad agrícola porque los diferentes tipos de cultivos a menudo albergan diferentes especies, pero también porque proporcionan recursos complementarios y necesarios para mantener estas especies”, afirma Jordi Recasens (UdL).
Xavier O. Solé-Senan (UdL) afirma que un mosaico complejo favorece esta biodiversidad, manteniendo al mismo tiempo la superficie en producción. De hecho, los paisajes catalanes que han contribuido al estudio, situados en los secanos de Lleida -Urgell, Segarra y Garrigues-, son precisamente los que mejor responden a la premisa de mayor biodiversidad en campos más pequeños y variados. “La diversificación de cultivos es especialmente beneficiosa en paisajes agrícolas que contienen una proporción de hábitats seminaturales superiores al 11%, lo que representa la mitad de los paisajes agrícolas muestreados en este estudio”, asegura Irene Robleño (UdL).
Artículo de referencia:
Sirami et al. (2.019). Increasing crop heterogeneity enhancer multitrophic diversity across agricultural regions. PNAS 10, 1073.
Last modified: 12 Agosto 2019