BLOGNEWS

20 años después del incendio en la Catalunya central, ¿qué hemos aprendido?

20 Julio 2018

Los incendios son una constante de muchos paisajes forestales del mundo. La combinación es sencilla: combustible en forma de biomasa, baja humedad, y una chispa para iniciar el fuego, que se convierte en incendio.

El fuego es la perturbación natural presente en más lugares en el mundo, desde las estepas africanas hasta las tundras y bosques boreales, con una especial incidencia en el clima mediterráneo con periodos de sequía. Se expresa de forma virulenta, con llamas que pueden superar decenas de metros y velocidades de propagación superiores a las de una persona corriendo, pudiendo lanzar focos secundarios incluso a centenares de metros e incluso varios kilómetros de distancia. Y también lo hacen en baja intensidad, quemando sólo los estratos inferiores de la vegetación bajo la copa de los árboles, reduciendo el combustible, y previniendo incendios futuros. La cantidad y la disponibilidad de quemar de la biomasa que se acumula en los terrenos forestales es lo que marca la diferencia. Los grandes árboles con distancia entre el suelo y las copas son menos vulnerables a las llamas. Los bosques densos, con vegetación arbustiva y combinación de árboles jóvenes y adultos entremezclados, queman de forma más severa con las mismas condiciones ambientales.

Imagen de la zona del incendio de la Catalunya central (Riner, Solsonès). Autor: E. Plana

En menos de una generación, muchos territorios han transitado de bosques abiertos, gracias al aprovechamiento de madera y leñas y el pastoreo del sotobosque, a bosques densos y continuos, a raíz del abandono de la actividad agraria. Extendiéndose a la vez en grandes superficies ocupando cultivos y pastos abandonados. Bosques que fueron modificados por la acción humana y que ahora, dejados a evolución natural, generan estructuras de vegetación muy vulnerables a los fuegos de alta intensidad capaces de quemar miles de hectáreas por hora, y que desbordan todos los sistemas de extinción del mundo, también los mejor preparados.

Veinte años del incendio de la zona central de Catalunya, que en tres días quemó 27.000ha de bosque y campos de cultivo, han servido para constatar que no es lo mismo el fuego que el incendio. Que los bosques tienen la capacidad de protegerse de los incendios, y protegernos de ello, si mantienen la discontinuidad de combustibles suficiente. Que los grandes incendios están y estarán presentes en el territorio, y para ello necesitamos adecuarlo y tenerlo preparado. Que los incendios tienen un patrón de comportamiento previsible, pudiendo actuar de una forma preventiva más eficiente. Que cada vez más a menudo los incendios salen del bosque para impactar con zonas habitadas,  donde el urbanismo bien planificado es fundamental. Que la actividad agraria sigue siendo en muchos lugares la herramienta más coste-eficiente para mantener unos paisajes resistentes a los fuegos de alta intensidad. Hemos aprendido la importancia de ser radicalmente responsables en evitar igniciones en periodos de mayor riesgo, y que el uso del fuego de forma controlada bajo el arbolado nos puede ayudar a prevenir los incendios catastróficos.

Bosques resistentes a los fuegos de alta intensidad gestionados con aprovechamientos madereros y pastoreo en el sotobosque (Autor: E. Plana)

En veinte años ha mejorado mucho el conocimiento técnico y las herramientas para promover una gestión del paisaje y de los espacios forestales que ayude a evitar, resistir o defenderse de los grandes incendios forestales. Hay que seguir avanzando en modelos organizativos suficientemente integradores, donde la gestión forestal y agraria, la prevención, la extinción, la protección civil y la ordenación del territorio vayan de la mano, trabajando conjuntamente la reducción de la vulnerabilidad y la mejora de la capacidad de respuesta. También hay que mejorar la comprensión social del fenómeno, asumiendo que el riesgo cero no existe, y que hay que tomar conciencia de la propia exposición al peligro de incendios, especialmente en zonas urbanizadas próximas al bosque, y actuar en consecuencia.

Los escenarios de cambio climático apuntan a un incremento de los días de riesgo, y se prevé que nuevas zonas del territorio sean vulnerables a los grandes incendios. Los graves acontecimientos del pasado sólo tomarán sentido si se es capaz de dar los pasos necesarios, aceptar el papel del fuego en nuestros ecosistemas y comprometerse en la necesidad de adaptar nuestros paisajes al riesgo de los grandes incendios forestales.

Eduard Plana Bach. Responsable del Grupo de Política Forestal y Gobernanza del Riesgo del Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Cataluña (CTFC).

 

Last modified: 24 Julio 2018